Estos días un grupo de familias de cierto centro educativo algecireño han decidido ponerse manos a la obra y reivindicar sus derechos. Dejar de mendigar favores a ver si los profes cuidan un poco a sus hijos y exigir algo a lo que cualquier menor tiene derecho en un centro escolar: su protección por parte del profesorado.
Por los casos vistos en distintos centros educativos de Andalucía -aunque posiblemente la práctica se extienda a todo el país- las AMPA, supuestas representantes de las familias, desaparecen en el momento que hay un problema. Su función principal es preparar fiestas y merendolas varias, así como alguna actuación de teatro tal vez, decoraciones y/o viajes.
Rara avis son las AMPA que luchan contra la administración cuando ésta no cumple, cuando ésta lleva a cabo acciones que perjudican a determinados alumnos, aunque sean minoría. Suelen preferir que las familias se aburran, que lo trasladen a otro centro, y así no rompan la paz y sosiego propias de sus centros (o eso creen). Son, quizás, la excepción que confirma la regla.
En los representantes de estos colectivos prima su medallero casi Olímpico. Algunos pueden acumular varios cargos, asistir a todas las reuniones habidas y por haber, aunque no tengan nada que decir o siempre que sea «para bien». Jamás se les suele oír una crítica al sistema que los mantiene en esos puestos que tan felices les hacen.
En el otro lado de la comunidad educativa, como no, las familias que no reciben respuesta adecuada de la administración. Aquellas a las que los funcionarios, no se sabe bien si por ignorancia o mala fe, ningunean, mienten (tal vez por ignorancia), y siguen un protocolo establecido que, si bien no es el marcado por la normativa vigente, sí es el de la Ley de la Costumbre, por lo que se saben apoyados incluso por las altas esferas que harán todo lo necesario para mantener el status quo, porque la «paz escolar» no se rompa.
Total, en cuanto la familia «problemática», aquella con hijos que no pueden usar las instalaciones, con enfermedades que necesitan especial ayuda, o que sean acosados por «compañeros», sólo queda esperar para que abandonen el centro. Las AMPA, o mejor dicho los directivos de éstas, no van a mover un dedo. Nunca se arriesgarían a «quedar mal» con la dirección y perder la atención que les profesan.
Sólo tienen que mirar para otro lado el tiempo suficiente y, como viene siendo habitual, las familias pasan y ellos permanecen, pudiendo dedicarse a lo que realmente importa: más fiestas, merendolas y funciones de teatro.
Por eso no se extrañen si, en cualquier centro educativo, las supuestas «asociaciones» de padres y madres, los supuestos «representantes» de las familias, no sólo no mueven un dedo para ayudar en cualquier problema que tengan los alumnos, si no que además intentan amedrentar todo lo posible para que no «den ruido», para que guarden silencio, para que no manchen la «imagen» de los centros y se mantenga así la «paz escolar».
No podemos impedir que funcionen como funcionan, que sigan mirando para otro lado, y desde luego no se las espera en concentraciones o cualquier actividad de apoyo a minorías en los centros educativos, pero al menos pediríamos que no estorben, porque en el momento que salen a la defensa de sus prebendas en los centros escolares se convierten en culpables de las situaciones por las que atraviesan esas familias. Es un consejo: al menos no estorben, apártense.
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